ROCK MENDOCINO: TODOS LOS NOMBRES

Roly Gimenez

Generalmente, desde que el rock es rock, la creación de una banda nace -salvo excepciones- de la inquietud musical de un número indeterminado de personas que se junta a zapar para ver “qué sale”. Comienzan a fluir los temas, se va delineando una línea compositiva a seguir y se establecen horarios de ensayo. Al cabo de un tiempo, ya armado un repertorio más o menos digno, se empieza a pensar en el debut. Es entonces cuando surge el dilema de todo grupo: “¿Cómo nos vamos a llamar?”

Es entonces cuando el asunto acarrea enormes conciliábulos para definir esa frase que, fantasean, algún día brillará en las marquesinas de algún teatro prestigioso o en un festival hecho en otra provincia. Aunque parezca mentira, a veces la elección del nombre lleva más tiempo que el que muchos suponen. Por eso, si existe una historia del rock que merece ser contada, también se puede trazar, en paralelo, la historia de los nombres de cientos de bandas que a lo largo de casi 70 años alimentaron el movimiento. Desde los alusivos ─hasta el hartazgo─ al reino animal de los años ’60 hasta los impronunciables de la década del ’90, pasando por los escatológicos, los poéticos, los impactantes o los que pretenden ser originales y no siempre lo logran. Una simple mirada al rock de todas las épocas indica que la elección de los nombres siempre respondió a parámetros sociales, culturales y hasta políticos del momento. Los dorados años sesenta fueron tiempos de hippismo, paz y amor y luchas ecológicas. También fue la década de la beatlemanía, por lo que todo el mundo trataba de imitar y seguir el camino de los Fabulosos Cuatro. El nombre Los Beatles surge de una combinación de beetles (escarabajo) y beat, un homenaje de Lennon a la generación de los poetas beatniks de los ’50 como Allen Ginsberg o Jack Kerouac. Por lo tanto, a partir de ahí todos los grupos pasaron a denominarse así, con el artículo adelante y el sustantivo después, en muchos casos extraído del reino animal. Los pioneros en nuestro país fueron Los Gatos, Los Season, Los Shakers, Los Abuelos de la Nada y, en la veta comercial, Los Náufragos, Los In, Los Pickups, Los Iracundos, y así.

En Mendoza estaban Los Caravelles, Los Gatos, Los Cuervos, Los Bichos y Los Rovert, entre otros. Los Caravelles se llamaban al principio La Rosa de Francia (1963), hasta que lo cambiaron por el de un galeón pirata francés. Fueron sin dudas los más populares de aquellos años y contaban con el primer rockero famoso de esta latitud: el norteamericano Billy Lee Hunt, rubio, carismático y fachero, cuya historia posterior merece un tratamiento especial. Militante montonero, fue asesinado en la Semana Santa de 1977 a pasitos de la entrada de la iglesia de Fátima, en Godoy Cruz. Su cuerpo nunca apareció. Los Gatos, por su parte, nada sabían aún de Litto Nebbia y su grupo: se forman en 1966 y La Balsa todavía no se grababa. Allí tocaban Hugo Sabrodsky y Oscar Ubriaco Falcón (hijo). Todos estos grupo de la primera hora desaparecieron con el fin de la década romántica y dorada.

Cuando en Buenos Aires el naciente rock nacional comienza a tomar distancia de la cultura “complaciente”, también lo hace de la fábrica de hacer chorizos manejada por productores tipo Francis Smith. Así los nombres comienzan a teñirse de hippismo y flower power, como Almendra, Manal, Vox Dei, Color Humano, Arco Iris, etc. Aunque parezca una zoncera, por entonces esto era transgresor y fonéticamente sonaba “raro”. Nombres como Los Abuelos de la Nada o Pescado Rabioso rompían todos los moldes e incluso asustaban a algunos padres.

En nuestra provincia, a principio de los años setenta, aparecen bandas como Boquete, Quimey, Cáscara de Banana, Prohibido Fijar Carteles, Siglo XXI (luego Heart), Frutilla Caliente, Pomelo, Lágrimas Blues, Mesías, etc. Avanzando en la década hasta el final, los roqueros además buscan el impacto poético que quede contenido en una frase: desde el bellísimo Los Días del Duende (banda del Negro Bonelli sucesora de Tecobe) o la majestuosidad de Altablanca, nombre elegido por contener todas vocales “a”. Pasando por Leyenda, La Nave del Ángel, Ámbar, Bethoven & Cía y otros. Denominaciones que intentaban estar a tono con la grandiosidad del rock sinfónico progresivo tan en boga por esos años.

La década siguiente (post Malvinas) se caracterizó por el pop fácil y las canciones sin demasiados rebusques, por lo que la escena se llenó de grupos con nombres dietéticos, efervescentes, divertidos y modernos: allá, Soda Stéreo, Sachet, Autobús, Graffiti. Acá: Bori Bor, Plop, Alcohol Etílico, Ananá Split, Los Berp, Sedelira, Guante Blanco, Agua Loca, Escote y ─premio al mal gusto─ Ski Dadá (ex Los Berp). Pronto, tanta frivolidad comienza a contrastar con un país que se cae a pedazos y se despeña derecho al abismo de la híper. Entonces aparecen Los Perfectos Idiotas, antecedente directo de Karamelo Santo.

El año 1989 planta una cerca entre dos modos de concebir el rock y de expresarlo. El triunfo del Menemismo y los efectos que empieza a producir en la sociedad aquella segunda aventura neoliberal en la Argentina (no sería la última, obvio) ocasionaría un endurecimiento del rock y una cierta degradación en la actitud que tomaría el público de los conciertos. Aparecen el trash, el hardcore, el punk y mucho, mucho pogo. Ahora el público que antes bailaba y saltaba, se sube al escenario y se tira de cabeza. También toman impulsos las batallas campales con la policía. Aquí los nombres de las bandas adoptan reminiscencias escatológicas (Materia Fecal, Gangrena, Esperma Chacal) o dejan de lado toda sutileza, como las Viejas Putas, Sifilíticos o Suárez Mason. Ya avanzada esa década, la tendencia es inclinarse por nombres impronunciables, tipo Oxnobius, Orbis Tertius, Opio Bandlieus o Kenosis Rhae, que seguramente responden a algún significado que nadie sabrá jamás.

Hace muchos años, que un grupo se denominara Pescado Rabioso sonaba hasta subversivo. Aquí en Mendoza hubo bandas con nombres extrañísimos, como Mechas y Soluciones (en los ’60), Prohibido Fijar Carteles, Los Cuatro Motores de la Ciudad (lasherinos de los ’70) y Los Alfajores de la Pampa Seca. De 1970 es La Familia Manson, una muy buena banda de rock inspirada en Charles Manson, aquel trastornado líder de la secta La Familia que asesinó a Sharon Tate. Inspirado, según él, en los mensajes ocultos que Los Beatles le transmitían desde el Album Blanco, especialmente en temas como Piggies o Helter Skelter.

A comienzos de los ’80 existía una banda formada por estudiantes de medicina llamada Sal de Frutas, porque donde iban dejaban “la cagada”.  En 1979 una familia se toma una foto en Puente del Inca y al revelarla aparecían rodeados de unos gnomos casi transparentes. El asunto de los marcianos en la foto tuvo mucha difusión en la provincia y generó revuelo. Ariel Lucero, un corresponsal mendocino de la revista Expreso Imaginario, enviaba siempre notas de algún grupo mendocino de rock que aparecía. Cuando mandó la de un grupito que aún no tenía nombre, los llamó Los Enanitos Verdes de Puente del Inca, que luego se acortaría a Los Enanitos Verdes. En San Martín, una banda de rock stone siempre tenía problemas en los ensayos, ya que la novia de uno de sus músicos caía a hacer escándalos. Lila se llamaba la chica y el grupo terminó bautizado como Parenalila. Alcohol Etílico se inspiró en otro grupo pop de los ochenta llamado Coñac. Karamelo Santo, por su parte, hace honor al Chico Novarro del Club del Clan (Y a ti que te gusta tanto / el caramelo santo…), a la vez que Elefantes & Flores toma el nombre de un tema de Prince. Sturns Und Drung, aquella buena banda de rock oscuro de la década noventosa, significaba Tempestad y Pasión en alemán, al igual que In Puribus era un nombre sacado del latín que debe leerse como “en pelotas”.

En los últimos años es evidente que el rock ha ido perdiendo interés en las nuevas generaciones, que “prefieren” (así, encomillado) escuchar otros géneros como la canción melódica, la cumbia, o el espanto del regaettón. En todo este tiempo el rock mendocino fue recuperando la calma, la belleza, los sonidos armónicos, la originalidad también. Las bandas se multiplicaron y se archi difundieron por las redes. También grabaron cientos de discos. Pero los rectales se fueron vaciando de gente, lamentablemente. Los nombres de los grupos se alargaron, tomaron significados ocultos o simplemente describieron momentos. Nos quedamos Con Usted Señálemelo, Mi Amigo Invencible y Te Traigo Flores, de los tantos que surgieron.

Como se puede apreciar, la lista de nombres podría seguir infinitamente. Tengamos en cuenta que a los largo de cincuenta años, hubo más de mil quinientas bandas de rock mendocino

Elegimos para concluir al que seguramente es el nombre más original, inteligente y certero que ha parido el rock de acá, y que corresponde a ese grupo-leyenda del punk vernáculo: los Kinder Videla Menguele. Nacido como Los Genitales NN en 1985, luego cambió a Kinder Menguele. El ingreso al año siguiente del Mito Murillo, algo así como la quintaesencia del punk menduco, aportó de su autoría el “Mengele” que terminaría definiendo para siempre al grupo.

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